Hay
algo heroico en hacer grabados en el siglo XXI.
Renegar
de la inmediatez de la edición digital con el ordenador y negarse a
mandar las imágenes a la impresora por decenas o cientos. Buscar el
proceso más largo y artesano. Dibujar los bocetos a mano. Buscar la
plancha del tamaño y metal adecuados y prepararla. Pasar la muy
planificada imagen invertida y rayar el barniz con la aguja. Dejar el
ácido el tiempo exacto. Limpiar, entintar y estampar en la máquina
mágica que es el tórculo. Realizar una o varias pruebas de estados.
Cubrir con resina y matizar las sombras con la técnica del
aguatinta. Medir los tiempos en segundos. Estampar en la magia del
tórculo. Repetir hasta estar satisfecho con el resultado,
encontrando en el papel lo imaginado. Encontrar la imagen perfecta.
El papel perfecto. El color perfecto…
¡Vivan
los héroes grabadores del siglo XXI!
Hay
algo de magia alquímica medieval en hacer grabados en el siglo XXI.
Alquimia
medieval en los procesos y materiales que usamos. Magia de conjuro
medieval en las palabras que articulamos. Planchas de metal, de
cobre, cinc o latón. Barniz de Judea. Resina de colofonia. Cloruro
de Hierro y ácido nítrico. Alquimia de oxidación y reducción de
metales. Aguafuerte, aguatinta y mezzotinta. Granear y bruñir.
Barnices al alcohol o a la trementina. Blanco de España. Tintas
Charbonnel. Rojo Cardenal. Gris Payne. Papel Hahnemühle y Fabriano
Rosaspina. Tarlatana. Conjuramos estas palabras en el orden adecuado
alrededor de los materiales y aplicamos la fuerza telúrica del
tórculo.
Y
emerge el arte…
¡Vivan
los magos grabadores del siglo XXI!
Hay
algo de rebelde y subversivo en hacer grabados en el siglo XXI.
Rebelarse
contra la dictadura mercantil del lienzo de copia única y
multiplicar el arte. Rebelarse contra la unicidad de la obra y buscar
variaciones de color, efectos sobre la plancha cambiante, retoques
sobre el papel. Rebelión contra el mercado elitista y creación de
arte accesible. Buscar un equilibrio confuso y complejo entre la
devaluada digitalización de la imagen y su inmediatez y la obra
única del mercado.
¡Vivan
los grabadores rebeldes del siglo XXI!
Hay
algo de secta y logia masónica el el Taller de Grabado de Fuengirola
en el siglo XXI.
Compartir
con otros sectarios un taller minoritario. Compartir los secretos de
la forja de las planchas y los biseles (afilados para cortar
jamón...). Compartir los conjuros secretos de la alquimia de los
ácidos. Compartir nuestras visiones del arte y de la vida, compartir
nuestros proyectos e ilusiones. Compartir ese mágico momento
expectante en el que pasamos la plancha por el tórculo y surge
nuestra estampa. Mostrarla a los hermanos de la logia “torcúlica”
a la que pertenecemos y comentarla, alabarla, criticarla, valorarla,
compararla,…, compartirla en fin. Por encima de todo, sin duda,
compartir la sabiduría y experiencia del Gran Maestre José María
Córdoba y su facilidad para transmitir estos conocimientos y lograr
que los sectarios crezcamos como artistas, crezcamos como personas.
¡Vivan
los grabadores sectarios del Taller de Grabado de Fuengirola en el
siglo XXI!!
¡Larga
vida al Taller!
¡Larga
vida al Grabado!
¡Larga
vida a José María Córdoba!
GAP
/ 2019